martes, 11 de marzo de 2014

De camino a la frontera y viceversa


Como un día cualquiera, te preparas para darle la cara al mundo, para recibir ese día a día que todos esperamos con interés, porque es una forma de mantenernos con vida, de decir, “aquí estoy yo, viviendo mi experiencia y dejando una huella en el mundo”, por muy pequeña e insignificante que parezca. Con las colas que se forman en el terminal para poder agarrar la buseta y luego en El Mirador, en Capacho, en Peracal y hasta en la misma entrada de San Antonio, más vale levantarse temprano si uno pretende venirse el mismo día, porque son alrededor de 5 horas lo que se dura en el viaje. Sí, superior al tiempo que uno dura haciendo una visita.

El trayecto continúa, haces la cola con alrededor de 50 personas delante de ti, te enteras estando allí, que algunos bajan a raspar los dólares CADIVI, otros bajan a vender la poca mercancía venezolana que hay en los anaqueles, para ganar en pesos lo que invierten en bolívares (sí, la ganancia es tremenda). Una de las modas del 2013 fue comprar Ensure en Farmatodo y venderlo al triple en Cúcuta. Cuentan algunas personas que quienes bajaban en carro particular llevaban el mercado incluso en el caucho de repuesto que tenían en sus vehículos. En fin, otras personas  bajan para hacer el conocido “cambiazo” otros porque van a cobrar las remesas, otros viven allá y otros porque simplemente van a visitar, trabajar o hacer otro tipo de negocios. Así es, de todo lo que uno se entera en un microsegundo, prestándole atención al universo que lo circunda.

La primera meta es entrar en la buseta, a la que se estima, uno logre entrar, porque también en los alrededores hay “zamuros o chulos”, esperando a que alguien se distraiga lo suficiente como para meterse sigilosa y audazmente en la cola sin ser visto, tan solo por personas de atrás, que a la larga, no son escuchados por los de adelante y finalmente se dejan “colear” por otros que recién llegan. Tanto subiendo como bajando uno se percata de que NO lo ha visto todo, así es, hay señoras que incluso meten a sus niños entre los que están luchando por subirse en la buseta y dañan a los pobres infantes, bebés en su mayoría. Otros inventan enfermedades de sus hijos, sólo para subirse. Uno se da cuenta del ardid cuando la persona y su hijo están tranquilos y de lo más relajados en la tremenda cola que se forma en Peracal. Claro, como no hicieron cola. El caso es que a la final, todos llegan a su destino, unos se dejan llevar por una sarta de palabras y un intercambio de groserías que lo único que causa es risa entre los pasajeros.

En esta época decembrina, las colas nunca faltan. Así como tampoco otros choferes avispados, que siendo de otras líneas pretenden cobrar cinco veces más de lo establecido por la línea de San Antonio. Lo peor del caso es que otras personas pagan el costo de esos viajes, apoyando la “sinverguensura” que se genera en el lugar y el tremendo descontrol que se forma. Lo cómico del caso es que ni pagando esa cantidad las personas se salvan de ser requisadas por los guardias, ni de aguantar la cola de hora y media que se da en el lugar. Pagan por rapidez pero a la final el servicio es el mismo, ni aire acondicionado tienen, como para justificarlos. Y ni hablar de los carritos por puesto, esos cobran un dineral bajo las mismas pésimas condiciones.

Lo siguiente es la paciencia de esperar, esperar y esperar en las largas e interminables colas que uno se encuentra en el Mirador (yendo a San Antonio), y es que los huecos de la zona son una tremenda limitación para uno poder llegar puntual. Las colas que se generan en Capacho también alimentan la lentitud para que una persona NO pueda llegar a tiempo a San Antonio o viceversa.

De camino a San Cristóbal

 Se sufre, pero en esa pequeña estadía de 3 a 4 horas que se tiene en el medio de transporte uno busca la comodidad, puedes dormir y despertar en el mismo lugar donde empezaba la cola. Sudas, te estresas, el sol pica, la piel se pone pegajosa, los niños lloran y tú allí, sentado, con cédula en mano esperando a pasar la alcabala más caliente de Venezuela, Peracal. 

Luego de pasarla lo que haces es aferrarte al puesto en el que vas y evitar que las curvas o la velocidad con la que va el con ductor te pueda despegar del puesto. Buscas la comodidad entre el calor de hace unos minutos con el frio que luego empiezas a sentir cuando asciendes al Paso Andino. Cambios de temperatura que sin duda alguna provocan una alteración en la salud y si tus defensas no son buenas, pues lo más seguro es enfermar de gripe.


Por eso, para ir a San Antonio, uno debe bajar y subir armado de paciencia, con buena hidratación o en su defecto dinero, un suéter para abrigarse y protegerse del sol y buen libro para leer durante las largas colas o al menos un acompañante conversador para tener una espera amena y relajada.

4 comentarios:

  1. QUE BONITO.. QUIEN LO HABRÁ ESCRITO!!! ♥♥

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  2. carolina estupiñan11 de marzo de 2014, 17:42

    que bonito

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  3. Es una realidad lamentable porque así sea en carro particular no se escapa de las interminables colas y el abuso por parte de los funcionarios.

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